¿Has recibido alguna vez una buena noticia que te dejó contento/a por días, meses o quizás años?
El nacimiento de un hijo, la superación de alguna enfermedad, el reencuentro con algún ser querido, los gestos de generosidad en situaciones dificiles o un éxito laboral son hechos que nos conmueven y nos alegran el alma. Cada vez que miramos hacia atrás y revivimos aquellos momentos volvemos a experimentar ese bienestar interno, esa satisfacción y admiración por lo que otros nos brindaron o por nosotros mismos y nuestra propia fuerza interior.
Sin embargo, una y otra vez a largo de nuestra vida debemos enfrentarnos con situaciones difíciles de dolor, abandono, pobreza material y espiritual, desconfianza y recelo, tristeza y enfermedad. Como en un terremoto nuestra vida tambalea, nos damos cuenta de nuestros límites, el futuro parece incierto y nos preguntamos adónde ir o a quién acudir.
Precisamente en esos momentos es cuando debemos estar abiertos a recibir y aceptar la mejor noticia de todas: Dios nos amó y nos ama tanto, que nos dio a su único hijo para que muriera por y con nosotros y con él nos salváramos y resucitáramos a la verdadera vida. El regalo de Dios en Jesús es la buena noticia para cada día hasta el final de nuestras vidas, ya sea en días de alegria como en tiempos de tempestad y oscuridad.
Es esa la buena noticia que también inspira y quiere transmitir la música gospel (del inglés antiguo gōdspel, gōd = bueno y spel = narración). Desde sus orígenes en tiempos de la esclavitud afroamericana, la música gospel comunica el Evangelio a quien esté dispuesto a aceptarlo. Todos estamos llamados a encontrar un lugar en la “armonía del gospel” y a comunicarlo a los demás, como lo hicieron antiguamente esos esclavos y también los profetas, los apóstoles, y quienes conocieron y tuvieron la experiencia de Jesús en sus vidas.